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Lookbooks
Pubicado el : 06/10/2016 08:45:19
Categorias : Estilo de Vida
Cuando el tema de conversación recae en la alimentación, todo el mundo tiene algo que decir y, de repente, cualquiera se transforma en avalado nutricionista capaz de dar los consejos más respaldados. Nada más lejos de la realidad: muchas veces se habla de oídas y dando crédulo a afirmaciones que se transmiten sin contraste alguno. De hecho, las redes sociales han multiplicado el efecto contagio que expande estas leyendas.
Por ello, en Vagaluz hemos seleccionado cinco mitos alimentarios de gran arraigo para esclarecerlos y frenar los efectos perjudiciales que pueden tener sobre nuestra dieta y la de nuestros pequeños:
- La leche desnatada es mejor porque engorda menos.
- Solo los bebés lactantes deben tomar leche, el resto, no.
Al albor de las preocupaciones de la población, se han popularizado los productos desnatados y bajos en grasas. Con la leche de vaca ha sucedido igual. La gran diferencia entre la leche desnatada y la entera es el contenido graso que contiene, pero no se tiene en cuenta que “su contenido de agua es del 88% y solo un 3% corresponde a las grasas saturadas”, según el portal especializado Eroski Consumer.
El contenido nutricional de la leche vacuna es, por tanto, gran parte agua, aunque también se trata de un alimento con aporte moderado de hidratos de carbono y proteínas. La leche desnatada y la entera no difieren a este nivel ni en cuanto al contenido en calcio y vitamina D. Precisamente debido a estos micronutrientes, la leche es una de las fuentes más rica en ambos, necesarios tanto en la niñez como en la etapa adulta.
- El agua engorda si bebes en la comida.
- La cantidad de agua mínima que beber al día son 2 litros.
Estos son dos de los mitos más extendidos en cuanto al agua. Para empezar, el agua no aporta calorías por lo que engordar, no engorda se tome antes, durante o después de la comida. Además, lo recomendable es ingerirla durante las comidas ya que ayuda a la digestión.
En cuanto a la cantidad diaria estipulada como idónea, siempre nos suenan los dos litros, que cuantifican como 8 vasos de agua. El País no hace mucho publicó un artículo al respecto que desmitifica esta creencia apoyándose en fuentes científicas como el British Medical Journal o la American Physiological Society, ya que no cuenta con una base científica sólida que la respalde.
Entonces, ¿qué hacer? Según el artículo de Nutrición Hospitalaria, “para cualquier persona sana, la sed es una guía adecuada para tomar agua, excepto para los bebés, los deportistas y la mayoría de las personas enfermas y ancianas” que pueden requerir de un control mayor de la hidratación.
- Hay que limitar el consumo semanal a 1 o 2 huevos.
- Ingerir huevos potencia el colesterol malo.
El huevo es fuente importante de proteínas junto con otros nutrientes beneficiosos como vitaminas A y D. Los huevos han sido relacionados con el aumento del colesterol y de ahí el mito de limitar su ingesta. Además, según Eroski Consumer, “el propio huevo contiene unas sustancias que bloquean la entrada de buena parte de su colesterol en el ser humano”.
Según el American Journal of Clinical Nutrition, comer huevos no hace crecer de manera relevante el colesterol. De hecho, según la Asociación Americana del Corazón, se puede comer huevos sin tener miedo a que aumente el colesterol. Al final, se trata de llevar una dieta equilibrada con suficiente cantidad de verduras y frutas, legumbres y cereales integrales.
- Los productos congelados pierden nutrientes y minerales frente a los frescos.
Los productos congelados se han popularizado a raíz del ajetreo de la vida cotidiana por su rapidez de preparación. El proceso de congelación permite que el producto sea más duradero y seguro, ya que se neutraliza el desarrollo de bacterias.
La creencia arraigada es que en este proceso se pierden los nutrientes y minerales del producto, haciéndole menos saludable. Bien, pues según la Fundación Alimentación Saludable, entidad sin ánimo de lucro impulsada por la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, la congelación tiene lugar “sin apenas modificar ni sus características organolépticas ni su composición nutricional en la mayoría de los casos”. Y añaden: “en el caso de los alimentos frescos desde su recolección hasta la puesta en venta, podrían verse deteriorados o disminuir su valor nutricional”.
En este punto, hacemos una aclaración: estamos hablando de alimentos como carne, pescado, verduras, cebolla, guisantes… no de alimentos procesados y preparados que con solo recalentar estarían listos, pues estos incluyen más grasas y aditivos.
- El pan engorda, ¡y mucho!, pero las variedades integrales no tanto.
Limitar el consumo de pan es una solución fácil que mucha gente recomienda a la hora de mantener la báscula a raya. El mito le acusa de ser origen de esos kilos de más tanto en pequeños como en mayores. Y es que el pan aporta energía, sí, pero no es el causante directo del aumento de peso. Según Eroski Consumer, “en realidad lo que aumenta las calorías de un trozo de pan es lo que normalmente lo acompaña: mermeladas, mantequilla, embutidos, salsas…”.
Respecto al pan integral, aporta más vitaminas y minerales que el blanco, al igual que la fibra, pero en cuanto al resto, tiene el mismo valor nutricional. Calorías, aporta las mismas pero con una importante particularidad: la fibra es buena compañera de viaje ya que “facilita el tránsito intestinal, reduce la velocidad de absorción de los azúcares, contribuye a reducir las tasas de colesterol en sangre y disminuye la sensación de hambre entre horas”, afirman desde Eroski Consumer.
¿Qué opináis de estos mitos? ¿Conocéis alguno más? ¡No dudéis en compartir vuestra experiencia con nosotras!
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